Ví­ctor Clavijo: «Es posible que esta sea la generación de actores mejor preparada»


Ví­ctor Clavijo acaba de regresar de vacaciones y ya se ha incorporado a los ensayos de la serie Amar es para siempre. El actor gaditano, que ha encarnado a personajes históricos como Lope de Vega -en El Ministerio del Tiempo– o Carlos V en Carlos, Rey Emperador, nos cuenta a qué épocas le gustarí­a viajar. En la habitación no estarí­a mal tener un piano de cola. ¿Será mucho pedir?

Ha estudiado arte dramático, canto y esgrima. Toca el piano, eres fotógrafo, doblador… ¿Alguna vez hemos tenido actores mejor preparados?

Bueno, realmente canto y esgrima eran asignaturas dentro de la carrera de Arte Dramático, pero no puedo decir ni que cante bien ni que me defienda especialmente bien con la esgrima. Con el doblaje es diferente; es cierto que lo estudié fuera de la Escuela Superior de Arte Dramático y que he trabajado profesionalmente como doblador, pero nunca en algo de especial relevancia. Hací­a mucho tiempo que no doblaba algo que no fuera mi propia voz en alguna pelí­cula que lo requiriera hasta el año pasado, cuando volví­ a tener ocasión de trabajar puntualmente en un par de producciones, pero casi siempre en personajes pequeños. Sin embargo es una disciplina que me divierte, y he tenido la ocasión de locutar algunos documentales recientemente.

«Antes de que se cruzase la interpretación en mi camino, pensaba que serí­a músico»

En cuanto al piano, estudié 6 años en mi infancia, y antes de que se cruzase la interpretación en mi camino, pensaba que serí­a músico en mi vida adulta. La fotografí­a es otra disciplina que abordo de un modo muy amateur; me da pudor cuando me llaman «fotógrafo», porque no tengo formación académica como tal y lo que he aprendido sobre fotografí­a ha sido a base de leer mucho, practicar mucho, y algunos cursos puntuales; de ahí­ a decir que soy fotógrafo hay un mundo. No podrí­a dedicarme a ello profesionalmente, aunque me apasiona. Disfruto mucho haciendo fotografí­a analógica, revelando o positivando en el laboratorio y viendo el trabajo de los fotógrafos clásicos.

Víctor Clavijo, Eurostars International PalaceTenemos la posibilidad de probarnos ante una cámara de ví­deo en cualquier momento, con nuestro propio teléfono móvil, lo que hace que el medio audiovisual ya no sea una experiencia ocasional para un actor y éste tenga la ocasión de estudiarse cuando guste ante una cámara. Cada vez se es más consciente en las escuelas acerca de la importancia del canto y el baile, ya que el género musical ha conseguido demostrar que es rentable y que hay un público que lo demanda en nuestro paí­s, algo que no ocurrí­a hace quizá veinte años. Los actores hemos entendido que hay que saber hacer casi de todo y estar preparados para poder enfrentarse a  cualquier exigencia que demande el papel, por lo que se ha asumido de un modo natural que la formación y el reciclaje deben ser constantes en nuestro oficio.

Rodó David, su primer corto, en 1995, compartiendo reparto con Eduardo Noriega, bajo la dirección de Carlos Montero, con sonido a cargo de Alejandro Amenábar y fotografí­a de Mateo Gil. ¿Qué visión del cine tiene su generación?

Cuando empecé a estudiar Arte Dramático en Madrid en 1993 sentí­a que todo estaba compartimentado y separado de un modo un poco absurdo. En la propia RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) se viví­a de espaldas al medio audiovisual; no sólo no se enseñaba a un actor a actuar frente a una cámara, o a hacer doblaje (que son salidas profesionales tan dignas como la actuación en vivo), sino que viví­amos ajenos a lo que no fuese Teatro.

No entendí­a ese purismo que parecí­a ignorar que gran parte del mercado laboral en el que un actor va a encontrar un sustento económico está en el medio audiovisual. De alguna manera no quise plegarme a aquella consigna y limitar no sólo mi formación, sino también mis oportunidades laborales, al mero hecho teatral, de modo que, a pesar de estar mal visto entre algunos profesores, acudí­a a audiciones audiovisuales al mismo tiempo que estudiaba.

No recuerdo cómo llegué al corto «David», pero su director estudiaba en la RESAD y cuando me seleccionaron para hacer uno de los personajes sentí­ que era una buena ocasión para probarme delante de una cámara. Claramente estaba muy verde para esa experiencia, ya que nadie me habí­a enseñado las herramientas para actuar con un mí­nimo de verdad ante una cámara. Ten en cuenta que en aquellos años era muy raro que un actor tuviese la ocasión de actuar frente a una cámara, por lo que la excepcionalidad de ese tipo de situaciones se traducí­a en actuaciones intensas y un poco forzadas; en resumen, poco naturales.

«Cine, teatro y televisión han dejado de ser compartimentos estancos»

Entendí­ que necesitaba formación y práctica en el terreno audiovisual, una formación que mi propia escuela no me aportaba, así­ que no desperdiciaba la mí­nima ocasión de probarme ante una cámara, bien a través de un curso, de audiciones o de trabajos en televisión. No sabrí­a decirte cuál es la visión que tiene acerca del cine mi generación; pero sí­ creo que en lo que respecta a nuestro oficio, cine, teatro y televisión han dejado de ser compartimentos estancos y los actores hemos entendido que necesitamos estar preparados para poder trabajar en cualquiera de los tres medios.

Después de ese primer corto vendrí­an al menos 15 más. ¿Qué ha significado este formato en su carrera?

Creo que han sido muchos más de quince, aunque he perdido la cuenta. El formato del cortometraje te permite abordar proyectos valientes y diferentes que quizá no encontrarí­an financiación en una versión de largometraje. Te da la ocasión, como actor, de probar diferentes registros y arriesgar más que cuando se trata de un proyecto de mayor envergadura en el que apenas hay tiempo para hacer experimentos y se busca la complacencia de todo el público. Y te permite conocer y apoyar a nuevos directores al mismo tiempo. Pero para poder comprometerme con un cortometraje necesito que el guión me entusiasme, ver claro que no se trata de una producción amateur y tener tiempo libre (cosa de la que no dispongo mucho últimamente). Por esas razones no he hecho tantos cortometrajes en los últimos años.

En la televisión has interpretado a Francisco de Borja en la serie Carlos, Rey Emperador; y más recientemente a Lope de Vega en El Ministerio del Tiempo. ¿Por qué cree que triunfan tanto las ficciones históricas actualmente?

Porque por fin hemos entendido que tenemos una Historia a la que apenas habí­amos sacado partido en la ficción, bien por falta de presupuesto o por falta de medios. Series como La Señora o Isabel demostraron que podí­amos remontarnos a épocas pasadas para enganchar al espectador y cumplir al mismo tiempo con un aspecto didáctico y educativo que deberí­a tener nuestra televisión y que, sin duda, el público agradece.

«Por fin hemos entendido que tenemos una Historia a la que apenas habí­amos sacado partido en la ficción»

Carlos Rey Emperador siguió la senda de esta idea, fidelizando al público que habí­a seguido Isabel. Y con El Ministerio del Tiempo se da la situación original de que cada capí­tulo aborda una época diferente, lo que es un disfrute para el espectador ya que le permite interesarse por otros perí­odos y por otros personajes históricos que nunca antes habí­an aparecido en nuestra ficción y lo hace no solo de un modo didáctico, sino lúdico y con grandes dosis de humor y aventura; te invita, como espectador, a través de sus contenidos transmedia, a seguir profundizando en la trama histórica una vez que ha finalizado el capí­tulo, y eso es algo magní­fico. No hay nada como conocer la Historia para entender el presente y quiénes somos como sociedad y como individuos.

Si pudiese viajar en el tiempo… ¿a qué época se trasladarí­a?

Me encantarí­a conocer la Viena de finales del siglo XVIII, el Imperio Romano, el Parí­s de la Belle í‰poque y el Nueva York de los años 30, 40 y 50.

¿Y cómo serí­a el hotel donde le gustarí­a alojarse?

Uno con buenas vistas.

¿Tendrí­a piano?

Si fuera posible, en la misma habitación y de cola… aunque es pedir demasiado… [risas].

Volviendo al presente, ¿qué pieza tocarí­a mientras contempla la puesta de sol desde el Eurostars International Palace?

«Claro de Luna», de Debussy.

Cuando viaja, ¿qué tipo de fotografí­as le gusta hacer con su Leica?

Me gusta la foto social. Cuando viajo apenas tengo tiempo de pararme a interactuar con la gente del lugar y profundizar en la sociedad que visito, que es lo que realmente me gusta. Cada destino e itinerario marca, sin duda, el estilo de las fotos que puedes tomar.

Me gusta salirme, en la medida de mis posibilidades, de las rutas turí­sticas para encontrar algo extraordinario que, por lo general, nunca está a la vista del turista y que se sale de lo común. No me interesa demasiado la fotografí­a paisají­stica… el único paisaje que me interesa como aficionado a la fotografí­a es el humano, y para eso uno debe salirse de las rutas habituales.

¿Qué sensaciones quiere que transmitan al público cuando expone sus imágenes?

Lo cierto es que no sabrí­a decirte. En las tres ocasiones en que he expuesto mis fotografí­as (siempre me han invitado a que lo haga) me ha costado encontrar una temática o un nexo común a ellas. No racionalizo cuando fotografí­o, sencillamente me dejo llevar por lo que me pide el ojo en ese instante: una luz, una composición, un instante, un rostro… Los temas van apareciendo poco a poco, sin ser muy consciente de ellos al principio, pero creo que hay un cierto humanismo que subyace a la mayor parte de las fotos que hago…; y la búsqueda de un momento teatral en forma y contenido (siempre de un modo espontáneo), o í­ntimo, que revele el misterio del protagonista de la foto.

Por: Elena Jorreto

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