Barahona Possollo: «La expresión del arte es consustancial a la naturaleza humana»


El artista portugués Barahona Possollo es autor del retrato oficial del expresidente de Portugal, Anibal Cavaco Silva. Ha colaborado en la producción de la serie conmemorativa de sellos del 500 aniversario de la llegada de Vasco da Gama a la India, y con la edición portuguesa de la revista National Geographic. Su obra está presente en las colecciones de instituciones como el Banco de Portugal, el Museo de Setúbal, el Museo de Comunicaciones, la Casa Blanca y el Istituto per le Opere Religiose del Vaticano, entre otras.

El comisario artístico Francisco Lacerda y António Lourenço han entrevistado a Barahona Possollo en el hotel Eurostars Museum 5*de Lisboa.

FRANCISCO LACERDA. – El arte del siglo XX se distancia claramente del del siglo XIX.  Con la influencia del Pop Art, el Dadaísmo y Cubismo, entre otros movimientos, el diseño empezó a perder fuerza, dando primacía a nuevas formas de representación e interpretación del arte. ¿Cómo nació este interés por su pintura, que sigue influencias Maneiristas, del Barroco y del Renacimiento italiano y nórdico? ¿Consideras que es importante que las escuelas de arte continúen con la enseñanza del dibujo y pintura de estos movimientos de la historia de arte? ¿Cómo ves el futuro del arte?

BARAHONA POSSOLLO – Mi interés por la pintura figurativa tiene dos vertientes: en primer lugar, la figuración es un lenguaje que todos decodificamos. Los seres y los objetos representados son entendidos por el observador como partes de una historia o situación que se pretende abordar. Por supuesto, un crítico puede ampliar el ámbito de las lecturas personales, pero cualquier persona establece una conexión propia e inmediata con la imagen. No somos esclavos de las interpretaciones, a menudo enigmáticas e incomprensibles de algunos críticos, que sólo parecen intentar añadir contenidos a ciertas situaciones muy pobres.

En segundo lugar creo que el cuerpo físico, la materia, al contrario de lo que la tradición judeocristiana dice, es algo sagrado, valioso y simbólico. La materia y sus formas encierran un contenido infinito de historia y significaciones, cuya explotación me parece fundamental.

Barahona Possollo

Es muy importante que las escuelas consigan ofrecer a los alumnos, ya sea en diseño, en la escultura o en la pintura, los medios técnicos, el «Arte» de los diversos haceres. Muchos alumnos recurren a los profesores para perfeccionar sus talentos brutos y la mayoría de las veces ven su ambición totalmente frustrada, lo que para mí es criminal.

El futuro del arte, totalmente desconocido en la forma, es obligatoriamente grandioso ya que, por más que las personas que poseen el poder decisorio a querer amputar, él siempre renace y prospera, extendiéndose hacia los territorios más diversos, como el cine o el cómic. La expresión del Arte es consustancial a nuestra naturaleza humana

F.L. – De que forma influencia la arquitectura tu pintura?

B.P. – Los años que estuve en el curso de arquitectura fueron muy útiles. No olvidemos que, al contrario de lo que pasa hoy, Arquitectura, Escultura y Pintura se enseñaban en las mismas academias, con el beneficio que supone su combinación. Todos los saberes de geometría descriptiva o de la historia de la arquitectura me son muy útiles para la pintura, como se puede comprobar en mis cuadros, especialmente en las evocaciones de las ruinas historicistas. Hasta en este ámbito podemos percibir cómo el «ataque a las Artes» buscó dividir para debilitar y reinar. Sería bueno que se volvieran a reunir.

F.L. – La historia de Orpheus and Eurídice ya ha sido muy retratada en numerosas obras: Ticiano, Rubens, Poussin, así como en las Óperas de Jacopo Peri, Monteverdi o Gluck. En su pintura, además de tener un fuerte componente mitológico, existe también una relación con la música. ¿Cómo influye la música en tu trabajo? En esta obra sobre Eurídice, ¿por qué está entrando en el templo egipcio? ¿A dónde está mirando? Su figura transmite ansiedad.

"Eurídice", de Barahona Possollo
«Eurídice» (1996), de Barahona Possollo

ANTÓNIO LOURENÇO – La egiptomanía tuvo su eclosión en 1809, con el entusiasmo por todo lo que se relacionara con Egipto, dejando su impronta en el Art Deco. ¿También es una de sus inspiraciones?

B.P. – La música, siendo la más sublime de las artes, puede ser inspiración para todas las situaciones de la vida cotidiana. Por encima de todo, siendo un arte tan abstracto, me proporciona un extraordinario placer físico e intelectual; digamos que un milagro estético. La música barroca nos trae temas mitológicos y la romántica mucha intensidad dramática. Algo muy objetivo que la música nos enseña es que nadie se atreve a ejecutar música erudita sin estar técnicamente preparado para ello. En las artes plásticas sería bueno que se recuperara ese principio que garantiza calidad y riqueza de expresión. Esta Eurídice, muda y eternamente condenada, lanza una última mirada al universo terreno antes de regresar al Hades.

Sin duda, la Egiptomanía se enraíza en una fascinación melancólica de la muerte, de la decadencia, del tiempo y de su superación. Aunque dentro de un universo estilístico muy característico, la Egiptomanía ejecuta este recorrido espiritual que pasa de la meditación sobre la muerte al sueño de una resurrección, tan esperada por los antiguos egipcios, que se adivina en la permanencia de la belleza de las formas a pesar del desgaste de las eras. Toda la mitología egipcia remite a un rico imaginario de esperanza, como la escala titánica en que construían los monumentos fascina por el desafío que lanzan contra la aniquilación natural de la memoria.

F.L. – Uno de los mayores miedos de la humanidad siempre ha sido la muerte. ¿Son sus obras una forma de mostrar que la sociedad tiene que aceptar el hecho de que todos vamos a morir? ¿Por qué le fascina tanto representación de la calavera?

En la pintura, la muerte es retrata de grandes maestros como El Greco, Georges de La Tour, Frans Halls, Caravaggio o Rembrandt. ¿Hay otros artistas que tome como referentes.

B.P. – La muerte es el desafío superior de cada ser vivo consciente. Su inevitabilidad es fuente de la mayor ansiedad y de las formas más fabulosas que la imaginación ofrece para intentar hacer nuestra existencia soportable. En nuestra sociedad occidental moderna, el enfrentamiento con la muerte está relegado a un territorio tabú. Esta negación en nada ayuda a la superación del problema, por el contrario, va creciendo subconscientemente y puede asumir formas devastadoras al emerger violentamente.

No creo que la madurez pueda ser alcanzada sin la aceptación de este hecho y el intento de encontrar un sentido más amplio que domine el miedo. La imagen de la calavera es el símbolo más clásico de este tema, en el que coincide la finitud (el cráneo aislado es prueba de que alguien existió, murió y dejó aquel objeto único); y todo el potencial de superación contenido en la mente humana. La cabeza es la cima, el lugar más noble, aquel que identifica al individuo. El cráneo es el cáliz que contiene la esencia humana.

No agregaría otro pintor, sino un fotógrafo cuya obra admiro mucho: Joel-Peter Witkin, que explora de forma genial los límites de la forma, del cuerpo, de la identidad y de la muerte, como personaje mitológico de gigantesco bulto.