Juan Echanove: «Quevedo soñaba con una España más ordenada y justa»
Juan Echanove se reencuentra con Francisco de Quevedo en la obra Sueños, producida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Bajo la dirección de Gerardo Vera, el actor madrileño encarna los últimos años del autor de Siglo de Oro, que analiza la sociedad de su época al tiempo que se debate entre la vida y la muerte.
Tras su papel en la película Alatriste, Echanove encarna de nuevo a este personaje histórico de la literatura en una obra estrenada el pasado 7 de abril en el Teatro de la Comedia de Madrid, y que actualmente está de gira por España. A su paso por Córdoba la semana pasada, el actor se alojó en el Eurostars Conquistador 4* y nos presentó a su alter ego, con declamación final incluida.
¿Con qué soñaba Quevedo?
Yo creo que Quevedo soñaba con una España más ordenada y justa, en donde la Inquisición y el despotismo de los reyes no camparan a sus anchas, y donde hubiera muchísima más igualdad y justicia social entre los pobres ciudadanos que sufrían todo esto. A la vez, era un hombre que soñaba con un amor correspondido y nunca lo tuvo, eso influyó mucho en su vida.
¿Cuáles eran las pesadillas de su época, esas que retrató en Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo?
Cosas que nos van a resultar bastante familiares. Poderosos y gobernantes que utilizaban los caudales públicos para su propio beneficio, gestiones dentro de los departamentos de Indias y de Centroeuropa que estaban dando al traste con un imperio caduco y en vías de descomposición, una pobreza extrema que hacía que mucha gente tuviera que vivir en total desahucio y carentes de sanidad e higiene, y donde para sobrevivir tenían que defender su vida a golpe de espada. Sobre todo, la supresión absoluta de libertad de pensamiento y las condenas durísimas a las que sometía la Inquisición para hacer valer el imperio de la fe.
¿Cómo es Sueños, la versión del texto de José Luis Collado que llevan de gira estos días?
Yo creo que el gran acierto de Collado y de Gerardo Vera como director y también interviniente en la adaptación del texto ha sido establecer tres canales de comunicación con el público desde el escenario. El primero son los propios sueños, esa descripción fantástica de las distintas puertas de acceso al infierno, la ironía que se desprende de ese infierno de hielo. Luego, la precisión de describir cómo era la putrefacción de aquel mundo barroco; y otro de los canales es la propia biografía de Quevedo, sobre todo de los últimos momentos, cuando ya cansado, viejo y dolorido se enfrenta con el poder, su ingreso en prisión y su propia muerte. Eso es lo que provoca una conmoción en el espectador, cómo el decir verdades como puños recibe como recompensa el dolor y la muerte.
«Con Quevedo nací, con Alatriste encontré y con Sueños lo estoy desenvolviendo todo»
¿Qué tal trataría la crítica actual a un escritor como Quevedo?
Una de las personas que más ha escrito y más fielmente sobre Quevedo es Arturo Pérez Reverte, que no tiene pelos en la lengua, es un poco como Quevedo [risas]. Yo creo que Quevedo, de haber vivido en nuestra época, también habría sido un reportero, alguien que analiza la sociedad desde el periodismo.
Sueños es la segunda ocasión en la que interpreta a Francisco de Quevedo, tras la película Alatriste. ¿Ya le lee el pensamiento?
He leído con avidez y con gusto toda la obra de Quevedo, y mucha de ello he tenido que aprenderla. Sobre todo la gran obra poética, que alberga los más bonitos poemas de amor de la lengua castellana. Y el Quevedo de Alatriste, que era un Quevedo juvenil, pendenciero, borracho, jugador, atenazado por el dolor desde que nace… Era una vida de prostitución, intrigas, cuchilladas, en fin.
La mayor complejidad la tiene el Quevedo de ahora, porque engloba a todos. Yo a veces cuando estoy en el escenario imagino escenas de la película de Alatriste como un joven, y se me aparece la frase latina Sic transit gloria mundis («Así pasa la gloria en el mundo»). Eso me emociona mucho y me da idea de cómo situar el personaje.
Con Quevedo nací, con Alatriste encontré y con Sueños lo estoy desenvolviendo todo. Todo lo que he leído durante esos años es sobre lo que se erige este personaje, el que más satisfacciones me ha dado.
¿Y qué pensaría Don Francisco mañana, viéndose actuar en Córdoba, la ciudad de su «querido» Góngora?
Bueno, bueno, bueno, sin duda alguna don Francisco no dejaría pasar ni un solo detalle para ironizar sobre Gongorilla. El enfrentamiento entre Quevedo y Luis de Góngora fue tan brutal, descarnado… se fundamentaba en que para Quevedo, Góngora era un meapilas y para Góngora, Quevedo era un borracho. Además, para Quevedo, Góngora era un cursi escribiendo, y para Góngora, Quevedo era un zafio, un rastrero, una especie de despojo de Sálvame Deluxe. Era peor mentarle a Quevedo a Góngora que a su madre, pero todo se hacía a través de justas poéticas, demostrando su valía por encima del otro. Los partidarios de uno y de otro se peleaban en las tabernas.
¿Nos puede recitar algún verso?
Uno de los poemas más bonitos que tiene Quevedo, la figura literaria que utiliza es el oxímoron, una figura enormemente compleja de utilizar porque hay que trenzar toda la estrofa con el objeto y su contrario.
La próxima representación de Sueños será el próximo viernes 10 en León, la ciudad donde Quevedo estuvo encarcelado durante dos años. Las siguientes actuaciones de la gira se pueden consultar aquí.
Por: Elena Jorreto