Javier Sagarna: «El buen relato necesita de mejores lectores que la novela»


Javier SagarnaJavier Sagarna lleva 18 años enseñando a escribir novelas y relatos breves. Lo ha hecho en la Universidad Nacional de Colombia, el Orivesi College of Arts (Finlandia), el Instituto Cervantes, y lo hace en la Escuela de Escritores que él mismo dirige. En ella imparte los cursos Relato breve y Viaje al centro del relato, en los que desvela algunas de las claves de la creación literaria. Las mismas que él pone en práctica en libros como Ahora tan lejos (Menoscuarto, 2011). A continuación explica a los participantes del VI Concurso de Relatos Breves Eurostars Hotels cómo pulir sus argumentos sacando el máximo partido al hotel como vivero de historias.

¿Sigue siendo el relato breve el hermano pequeño de la novela?

No lo es, sin duda, desde el punto de vista artí­stico. El relato breve ofrece posibilidades expresivas distintas, pero tan potentes como las de la novela. De hecho, vivimos en un mundo fragmentado y los géneros cortos son, a veces, más apropiados para reflejar la realidad que los de mayor recorrido. Eso también explica en parte la gran cantidad de novelas que se escriben hoy en dí­a con estructuras fragmentarias, casi hí­bridas, en ocasiones, entre la novela, el relato y hasta la impresión fugaz más propia de la poesí­a.

Otra cuestión es que, desde el punto de vista editorial, el relato sigue siendo ampliamente marginado con respecto a la novela. Hay pocos lectores de relato (tal vez porque el buen relato necesita de mejores lectores que la novela) y, en consecuencia, la gran mayorí­a de las editoriales no le conceden siquiera el rango de hermano menor, sino prácticamente el de intruso.

El objetivo del Curso de Relato Breve que impartes en la Escuela de Escritores es «contar mucho con muy poco». ¿Cómo se avanza hacia esa meta?

En primer lugar es clave trabajar nuestra mirada para darnos cuenta de que muchas veces algo diminuto puede contener un mundo entero. Es la mirada del cuentista que, donde otros ven una novela, sabe que puede bastar con un par de párrafos (o con diez o 15 páginas) para haberlo dicho todo. Esta mirada se guí­a, se educa y eso es parte de lo que trabajamos en el curso.

Es clave trabajar nuestra mirada para darnos cuenta de que muchas veces algo diminuto puede contener un mundo entero

Por otro lado, es fundamental la precisión, el manejo exacto y eficaz del lenguaje y ese es un aprendizaje que lleva tiempo y amor por la palabra. Y además hay que aprender a manejar un montón de recursos técnicos: los diversos narradores, la presencia y profundidad de un conflicto que haga de motor del texto (y que, casi siempre, tendrá al menos dos niveles de significado), el trabajo con los personajes y los espacios, siempre al servicio de la acción y el significado del texto, etc. En fin, se avanza poco a poco, entrenando y afinando nuestro talento y aprendiendo a manejar los recursos del oficio.

¿Cómo es el proceso de escritura de un relato? ¿En qué se diferencia del de una novela?

La diferencia fundamental, tal y como yo lo veo, es la inmediatez. Uno tiene una idea (por algo que ve, por un sentimiento, por algo que nos cruza de repente por la cabeza o tras un proceso de paciente búsqueda a través de la escritura) y si es un relato sabe que le dará forma en muy poco tiempo. Muchas veces se escribe el primer borrador de un tirón y, si no, bastan habitualmente unos cuantos dí­as para tenerlo. Luego vendrán, por supuesto, largas jornadas de ajuste y corrección del texto hasta que, finalmente, podamos darlo por terminado, pero la creación del mismo normalmente será algo fugaz. Tiene algo que ver con una carrera de 100 metros, hay que llegar y llegar pronto, todos los elementos han de ovillarse en torno al único tema que cuenta el relato, debe ser un disparo certero. Luego, en la corrección ha de trabajarse al máximo el poder de sugerencia del texto, hay que dar presencia a lo no dicho y que, sin embargo, estará ahí­, muchas veces en el mismo corazón del texto.

La novela, sin embargo, funciona a otro ritmo, por obsesión más que por intuición. El novelista tiene también su idea, pero en lugar de correr a atraparla la deja macerar, que vaya desarrollándose en capas, al fuego lento al que se cocina la vida. Va dejando que su escritura se entrelace con su vida y que la mujer a la que cede el asiento en el metro se convierta en la institutriz en la novela, o el perro grande del vecino en el San Bernardo que rescatará al protagonista cuando se pierde en la nieve. La novela incluye, además de la acción, un proceso de reflexión y este lleva su tiempo, el tiempo de cocción siempre largo que, pasando por sus diversos borradores, lleva una novela.

VI Concurso Eurostars Hotels de Relatos BrevesLa clave de todo relato, sea breve o no, es narrar la realidad con tanta precisión que casi supere a la ficción. ¿Alguna receta?

No hay recetas, esto no es cocina, sino arte. Lo que sí­ puedo dar son algunos consejos que, por mi experiencia, suelen servir. El primero es no perder de vista que la precisión y el significado se consiguen, en buena medida, durante la fase de corrección del texto. Es decir, no hay que conformarse con decir algo que se parece a lo que tenemos en la cabeza, sino que no hay que cejar hasta conseguir plasmarlo con exactitud.

El relato cuenta una cosa, pero, si es bueno, significa muchas más

El segundo es usar la lupa de aumento, es decir, un relato tiene pocos elementos, pero cada uno de ellos se trabaja para que su presencia en el mundo de la ficción sea innegable, hasta que se convierta en una especie de objeto mágico, de amuleto que convoca a su alrededor todo un mundo de significados. Porque ese serí­a el tercer consejo, no olvidar nunca que el relato cuenta una cosa, pero, si es bueno, significa muchas más. Hay que dar espacio para lo no dicho en un relato, para la sugerencia que hace que esa historia que parece pequeña se expanda y, con el concurso del lector, se abra a un significado más profundo, más complejo, que revele siquiera un detalle del alma complicada y en continuo malestar del ser humano.

En la Escuela de Escritores también trabajáis los diálogos. ¿Qué autor consideras un ejemplo en su manejo?

Los mejores dialoguistas suelen estar, casi siempre, no tanto en la literatura sino en el teatro y en el cine. Beckett o Woody Allen, Billy Wilder, Lorca o el propio Shakespeare son insuperables dialoguistas de los que uno no puede más que aprender y aprender.

Pero hay, por supuesto, muchos autores literarios que saben crear espléndidos diálogos, entre los que, así­ a vuelapluma, podrí­a citar a Hemingway, Salinger (Un dí­a perfecto para el pez plátano, Linda boquita y verdes tus ojos, entre otros relatos sublimes), Dickens, Cortázar, Lorrie Moore, Quim Monzó, íngel Zapata, Elena Belmonte y un largo etcétera.

¿Qué cualidades debe tener un buen argumento para enganchar al lector en menos de 1.000 palabras?

Un buen conflicto (es decir, que lo que pasa sea interesante), unos personajes con los que el lector pueda empatizar, un entorno reconocible y la sensación de que, de forma inevitable, algo va a suceder, de que queremos saber cómo acaba aquello. Y, si quiere ir más allá de la mera anécdota o del juego más o menos ingenioso, un fondo semioculto que nos conecte con lo invisible, con eso que somos pero que, hasta que nos lo muestran, solo ven los artistas.

¿Qué posibilidades narrativas te sugiere un hotel?

VI Concurso de Relatos Breves Eurostars HotelsCasi infinitas. Como lugar de tránsito y lugar de reunión un hotel permite articular todo tipo de tramas en sus habitaciones, en sus zonas comunes, en su piscina, etc. Grupos bien y mal avenidos, parejas felices y en crisis, solitarios, viajeros, rufianes, niños, quien más quien menos puede pasar por un hotel, incluso los personajes más insólitos (el jefe de una tribu africana invitado a hablar ante la ONU, una abuela de 106 años que nunca ha visto el mar, el representante de Andrómeda que se siente insultado porque en su planeta llevar una cama a la habitación de alguien supone un insulto imperdonable, etc.). Y además se puede dar vida a las personas que trabajan en el hotel: directivos, recepcionistas, cocineros, camareras, o trabajar con las instalaciones vací­as (un hotel que nunca abrió al que entran a jugar los niños, por ejemplo), organizar en él bodas, convenciones e incluso asesinatos.

Un hotel es uno de esos espacios evocadores en los que, a poco que uno se ponga, florecen las historias en cada esquina

En fin, un hotel (la infinidad de hoteles pequeños y grandes, modestos y lujosos, destartalados y con estilo, rurales y urbanos, de playa, de montaña, caserones perdidos en un bosque transilvano y muchos más que uno podrí­a imaginar) es uno de esos espacios evocadores en los que, a poco que uno se ponga, florecen las historias en cada esquina.

¿Qué ejercicios recomiendas para mantener en forma la creatividad literaria?

Escribir todos los dí­as, no hay mejor ejercicio que ese. Y luego leer con sentido crí­tico y capacidad de análisis. Leer literatura.

A partir de aquí­ son miles los ejercicios que nos pueden ayudar a mantenernos escribiendo y a hacer crecer nuestro talento. Por una parte, ejercicios de vida, que pueden ir desde visitar exposiciones o escuchar una sinfoní­a hasta hacer deporte o salir al campo y prestar atención a lo que sentimos. Al final, tiene mucho que ver con estar atento, y con no dejar de escribir después, de fantasear alrededor del fruto de esa atención. Y, por otra parte, estarí­an los ejercicios y propuestas de trabajo que hacemos en un taller de escritura, uno a la semana muchas veces durante años, orientados a trabajar la técnica y a forzar nuestra mirada. Hay muchas formas de hacer crecer al escritor que llevamos dentro, pero todas pasan por escribir, por abrir a la escritura un hueco en nuestra vida.

En resumen, ¿cuáles son las claves para escribir un buen relato?

Una mirada fértil, capaz de encontrar historias donde otros solo ven murria y un escritor que sabe su oficio, preciso, eficaz, certero. Es decir, una buena historia bien contada, que mantenga en todo momento al lector atrapado y que, al finalizar, le deje con una sensación de hambre, la sensación de que, dentro de esa historia, habí­a algo que apenas ha catado y sobre lo que necesita meditar.