Haneke americaniza sus «Funny Games»
Hace once años, el cineasta alemán Michael Haneke, conmocionó a los cinéfilos europeos con su incómodo, estremecedora y chirriantemente dura «Funny Games», que describía de un modo aséptico las torturas emocionales a las que una pareja de jóvenes sometía a una idílica familia bien.
Tras repetir el impacto con La pianista y Caché, Haneke se consolidó como un referente del cine europeo actual. Ahora y en un ejercicio muy habitual en los cineastas asiáticos pero que no tiene tanto arraigo en los del viejo continente, ha decidido hacer una versión de Funny Games dirigida al público estadounidense, al que según confiesa a Premiere «es el público al que quería dirigirse desde un primer momento, por que es el que consume fundamentalmente el tipo de violencia que recrea la película».
Ahora Naomi Watts y Eric Roth se ponen en la piel del sufrido matrimonio que en la original componían Susanne Lothar y Ulrich Mí¼he (el inolvidable agente de la Stasi de «La Vida de los otros») y que bailan al son del ritmo que marcan los aparentemente angelicales Michael Pitt y Brady Colbert.
Haneke ha hecho otro ejercicio que en la mayoría de los casos que se ha intentado anteriormente ha recibido varapalos: repetir toma por toma, diálogo a diálogo el mismo film que rodó en 1997. «Es la misma película; únicamente siete segundos más larga». Nada de edulcorante; nada de suavidad; Haneke al 100%.
De ese modo una audiencia mucho más amplia será testigo de un ejercicio creativo que huye de moralismos, que muestra la violencia en su mayor crudeza, que siente la misma desafección por los villanos que por las víctimas y que puede producir pánico con una simple pelota de golf rodando por el suelo. Un consejo: no compren palomitas, se les pueden indigestar.