Andrés Neuman: «Hay una cierta influencia japonesa en lo que escribo»


El escritor Andrés Neuman participó el pasado 23 de mayo en un encuentro Wine & Books en el hotel Eurostars Washington Irving 5* de Granada. A continuación nos habla de ‘Fractura’ (Alfaguara), el libro que presentó y que trata de la resiliencia y las emociones humanas.

El protagonista de Fractura, Yoshie Watanabe, ¿es un personaje real?

A estas alturas, después de estar casi siete años trabajando con el señor Watanabe, para mí existe sí o sí [risas]. Tiene algo de personaje colectivo, hice una investigación de distintos supervivientes de distintas catástrofes de lugares lejanos en el mundo. Víctimas de la dictadura argentina y la Guerra Civil española, supervivientes de Chernóbil, etc. Mi objetivo era descubrir si existía algún bloqueo narrativo similar a la hora de contar lo que les había pasado, si tenían patrones colectivos comunes al transportar esas cicatrices. Por eso puse a viajar al señor Watanabe.

Me interesó en particular un superviviente, Yamaguchi, la única víctima de las dos bombas atómicas que fue reconocido oficialmente por las autoridades japonesas. Vivió casi 100 años, yo diría que expandió el límite de la mortalidad. Murió poco antes del desastre de Fukushima, y yo quise inventar un personaje más joven, que sí alcanzase a verlo.  

Andrés Neuman
Andrés Neuman en el Eurostars Washington Irving 5*

¿Cuál es ese bloqueo común sufrido tras los grandes traumas?

Tengo la sensación de que muchas de esas víctimas reproducen a gran escala lo que nos sucede a muchas personas con traumas más pequeños. Hay una fase de negación, un periodo catártico y un reequilibrio. Pero sobre todo me impresionó la dificultad para contar, lo frecuentemente que caían en el silencio, por razones personales, colectivas o estatales. Había una confluencia de razones íntimas y exteriores para que callasen.

A mí esto me interesaba contarlo a través de las relaciones de amor. Las del señor Watanabe son cuatro fases en la manera de compartir un secreto terrible con las personas que ama. En la primera relación no se lo cuenta, y eso produce una grieta. En la segunda se lo cuenta antes de tener confianza. En la tercera fase, con la traductora argentina, descubre la sensación de que le pregunten más de lo que a él le apetece contar. Es su momento más catártico. Y hay una cuarta fase, en su relación con la fisioterapeuta española, en la que le ocurre lo contrario, ella tiene menos ganas de escuchar de las que él tiene de contar.


«Hay recuerdos difíciles que nunca encuentran su interlocutor ideal, que siempre son un conflicto»

Andrés Neuman

Son cuatro fases y también cuatro edades, que tienen que ver con las cuatro estaciones, que son muy importantes para la poesía japonesa, el haiku. La primera estación es la del primer amor, la segunda es cuando hay una primera ruptura. La tercera es cuando unes tu vida con una persona que vive en una casa que no te pertenece, tiene hijos, etc. Y una última que es el amor en la edad de la jubilación, que llega cuando se ha dejado de esperar.

Hay ciertos recuerdos difíciles que nunca encuentran su momento, su lugar y su interlocutor ideal, sino que siempre son un conflicto. Y esto ocurre también a nivel colectivo.

El protagonista reflexiona sobre la dependencia de Japón de la energía nuclear por razones políticas y económicas. ¿Cómo llegó una isla sísmica a estar plagada de reactores?

A mí lo que me interesaba era utilizar esa parte de la historia japonesa como metáfora de algo bestial. Todos los países regresan a aquello que puede destruirlos. Me interesaba trabajar simbólicamente el hecho de que el progreso japonés se haya apoyado en algo que los destruyó. Es una energía muy conflictiva por demasiadas razones, los riesgos son demasiado altos.  

El Japón de la infancia del señor Watanabe no tiene nada que ver con el que describe en su vejez. ¿Cómo han llegado los japoneses a ese aislamiento emocional, que les lleva a alquilar animales para recibir cariño y a aborrecer en el contacto físico?

Hay algo de experimento de ciencia ficción en la sociedad japonesa. Japón nos puede enamorar por la ceremonia del té y los samuráis, la poesía japonesa clásica, su cine y literatura, y te puede hipnotizar por lo que tiene de profecía. Muchas cosas que veíamos con ojos de plano en los años 80 de Japón ya son parte de nuestras vidas. Cuando vemos hacia dónde evolucionamos nosotros, uno puede establecer una comparación con Japón. El libro juega a imaginar puntos en común con los japoneses.

En el hecho de alquilar animales por horas se puede ver el problema de la soledad contemporánea, pero también un problema inmobiliario (los apartamentos son muy pequeños y no hay espacio para tener animales); y los nuevos principios políticos hacia los animales.

Fractura
‘Fractura’ (Alfaguara)

¿Cómo fue su mirada, su acercamiento a la cultura nipona?

Mi intención fue volverme loco con la documentación artística: leer ensayos, poemas y ver documentales de forma obsesiva durante años. Lo que sentí es una enorme extrañeza por un lado y una enorme familiaridad por otro. Siento que en lo que escribo hay una cierta influencia japonesa que tiene que ver con lo visual, los silencios, etc. Me sentía con un traductor que no habla bien el idioma, pero el viaje y la literatura son hermosísimas máquinas de traducción que acercan cosas que creíamos que estaban muy lejanas.

Mi intención era también la contraria, pensar nuestros países (Francia, Argentina y Estados Unidos) que creemos conocer, con los ojos asombrados de un japonés.  Ese ejercicio me divertía mucho. Cuán extraño sería para el señor Watanabe conocer a una fisioterapeuta de Leganés. La ficción está dentro de la realidad, y nos sirve para mirar con ojos nuevos nuestra vida cotidiana.

¿Qué cosas de la cultura japonesa le gustan más?

Algunos poetas del haiku como Bashō o Kovayashi han sido siempre una referencia para mí. Directores clásicos como Ozu, o actuales como Kore Eda. Me gustan muchísimo escritores como Tamiki Hara. También  me encanta la responsabilidad japonesa. En una sociedad como la nuestra, esa manera de escurrir el bulto permanentemente, hay algo en la cultura japonesa que tiene que ver con señalar tu propia responsabilidad.

¿Qué significado tiene la portada del libro?

Hay quien ve una bandera de Japón partida, hay quien ve una mancha de sangre, o incluso una pieza de cerámica rota, que tiene que ver con el arte del Kintsugi, que consiste en reparar objetos rotos con polvo de oro para recordar para siempre lo que les ocurrió. Tiene que ver con la reivindicación de la imperfección y la cicatriz. La novela trata de contar esta idea aplicada a las personas, que valen más cuando sobreviven.

Por: Elena Jorreto