Antonio Iturbe: «No te vas de los sitios cuando cambias de residencia, sino cuando dejan de importarte»
El pasado 6 de octubre celebramos una cata literaria Wine & Books con el escritor Antonio Iturbe, que presentó su libro La playa infinita en el Eurostars Grand Marina Hotel 5*G.L. de Barcelona.
A continuación compartimos con vosotros la entrevista que le hemos realizado con motivo del evento. En ella repasa sus recuerdos de su barrio, la Barceloneta, principal protagonista de la novela.
¿Qué sintió cuando regresó a la Barceloneta después de tantos años?
Al seguir viviendo mis padres y ahora mi madre en el barrio yo nunca me fui físicamente del todo, pero sí me había ido mentalmente. Para ir a visitarlos, bajaba del autobús en la puerta, comía con ellos, cogía el autobús de vuelta y me iba sin más. Pero llegué a ese momento de la vida en que te empiezas a dar la vuelta y empecé a pensar en las calles donde crecí, en ese tiempo difícil pero donde la vida era nueva al girar cada esquina.
Y en las visitas a mis padres, iba con antelación y me paraba antes a tomar una caña en la Bodega Sergio, el Jai-Ca o La Electricidad, deambulaba, me paraba a hablar con un antiguo compañero de clase que trabajaba de camarero en el Restaurante Hispano… Me di cuenta que no te vas de los sitios cuando cambias de residencia o estás a muchos kilómetros, sino cuando dejan de importarte. Por eso podríamos decir que sí, que regresé al barrio tantos años después.
«Lo que menos me gusta del barrio es que hay muy pocos niños»
Antonio Iturbe
¿Qué cambios del barrio destacaría desde su infancia hasta hoy?
El de mi infancia era un barrio muy modesto de pescadores, operarios del puerto y camareros, como mi padre. No era un lugar idílico: había muchos problemas económicos, no había biblioteca, la escuela pública era pobretona… yo no siento esa nostalgia del que cree que los tiempos de antes eran mejores. No lo eran. Pero para mí son los tiempos de los descubrimientos, de ver desplegarse la vida ante los ojos como un origami.
Ahora es un barrio gentrificado, con muchos pisos cerrados, apartamentos turísticos, extranjeros que han comprado pisos para pasar temporadas y han hecho subir los precios. Lo que menos me gusta del barrio como es ahora es que hay muy pocos niños. En la Plaza Poeta Boscán derribaron mi colegio y la pista de juegos (la repla) para hacer terrazas de bares para los turistas.
De los acontecimientos históricos que ha vivido la Barceloneta, ¿cuál considera el más relevante?
La Olimpiada del 92 marcó un cambio profundísimo. Barcelona se acordó de la Barceloneta y entró como un elefante en una cacharrería. Se abrió el barrio a la ciudad, pero también a los súperyates y a la especulación inmobiliaria. Se ganaron unas cosas y se perdieron otras, como los merenderos risueños de la Playa del Gato Negro, pero así es la vida.
¿Qué significa el barrio para el conjunto de Barcelona?
Durante décadas era algo extramuros de la ciudad. Antes de derribar las murallas, al caer la noche se cerraba la puerta de la ciudad y esas barracas levantadas en el playón quedaban fuera, en otro mundo oscuro, pícaro y guitarrero. Durante años, la gente Barcelona prefería irse a la playa a Castelldefels o incluso a Montgat antes que venir a la Barceloneta. Pero la gente te habla con cariño de la Barceloneta. En cuanto dices que eres de la Barceloneta siempre hay alguien que tiene un pariente que vivió ahí, un recuerdo de domingo por la mañana o una anécdota simpática en sus calles.
¿Le ha ayudado la escritura del libro a asimilar su regreso a la ciudad donde creció?
Los libros son agujeros de gusano que conectan el presente con el pasado e incluso con el futuro. Yo cuando escribo emergen cosas que no sabía que sabía o que no sabía que sentía. Los dedos toman vida propia y te sorprenden.
«Pasé una tarde maravillosa conversando sobre las calles del recuerdo y el laberinto de la imaginación»
Antonio Iturbe
¿Cómo ha vivido la experiencia de presentar La playa infinita en el Eurostars Grand Marina Hotel 5*G.L., en el marco de nuestro ciclo literario Wine & Books?
Ha sido sensacional y pasé una tarde maravillosa conversando sobre las calles del recuerdo y el laberinto de la imaginación, con una copita de vino. Me ha encantado venir a hablar de playas infinitas en este hotel en mitad del puerto, junto a la torre del teleférico que yo veía desde la otra orilla del barrio como un lugar misterioso. Los hoteles, que por su naturaleza han de trabajar por y para el forastero, me parece maravillosos que tengáis esta sensibilidad para organizar eventos públicos y gratuitos para la gente de la propia ciudad. Eso sí es apoyar la cultura, y no los discursos y las palabras que se lleva el viento.